martes, 23 de agosto de 2022

MOUNTOLIVE

 



Mountolive
El cuarteto de Alejandría III
Lawrence Durrell


    De esta tetralogía, que en realidad no es sino una novela en cuatro apartados, esta sería la sección más dinámica, por dos razones: una trama muy concreta en la que se enredan los protagonistas, y que le da una sustancia novelística muy interesante, y un aligeramiento de los diálogos y las reflexiones, que permiten que el lector avance con más velocidad. Es perfectamente entendible que en el perspectivismo de Durrell se vislumbren diferentes estilos narrativos que, por supuesto, encajan a la perfección con la tipología de los personajes que protagonizan cada una de las partes.
    Además, el protagonista, David Mountolive, tiene unas características que lo hacen diferente a los individuos de las dos primeras secciones: por el mundo en el que se mueve y por la historia de amor tan particular que vive. 
    El hecho de que la historia de amor de Mountolive relacione a diferentes sujetos de la esfera de este universo, da pie a que, en la siguiente parte (Clea), como ya veremos, sea utilizada como referencia de los miembros del grupo. En mi opinión, esta parte puede sobrevivir sin las dos anteriores pero es muy importante para enlazar con la siguiente, de la que hablaremos próximamente. 
    Durrell avanza con mayor rapidez en esta sección del ciclo completo, con la intención de desembocar en un final, más o menos, acusado. No se trata, por lo tanto, de que cada parte sea independiente, aunque relacionada con las demás, sino de que las dos primeras marquen el terreno por el que circulará la reflexión final de la última, incluyendo a esta tercera como un instrumento de aceleración de los acontecimientos, de introducción de acciones de intensidad narrativa y creando el marco histórico y novelístico necesario para encuadrar la época histórica y el lugar. Recordemos que Alejandría durante la guerra mundial es un recurso escenográfico y temporal de gran calado, puesto que construye el elemento memorístico clave para entender los recuerdos de los individuos, el espacio en el que estos se producen y el condicionamiento que la ciudad, y sus costumbres, determinan sobre el decurso natural de los sujetos y acontecimientos.
    Leyendo Mountolive todo me lleva a pensar en un plan predispuesto desde el principio. Difícilmente Durrell habría dado con la clave de esta tercera parte sin haber pensado en la siguiente, sin haber entendido cómo los mundos que se cruzan, y que cada personaje vive como suyos, son vasos comunicantes que interconectan sentimientos, emociones, miedos y dudas que representan, por sí mismos, una época, un contraste de civilizaciones y una búsqueda existencial.
    Como el resto de la serie, y como veremos después en Clea, Durrell nos transporta a las esencias más centralizadas de la vulnerabilidad, bajo el estigma de amores incompletos. El retrato de los personajes y el tratamiento de los recuerdos, el espacio y el tiempo son magistrales, sin duda.
    Una delicia para los sentidos. 
Un abrazo. 

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