sábado, 2 de julio de 2022

BENITO CERENO

 




Benito Cereno
Herman Melville


    Este es un relato aparentemente muy conocido del escritor norteamericano, pero yo no sabía de él. Reconozco que no me lo pensé mucho cuando lo vi en la librería, ya que Melville, ya lo sabéis, es uno de mis escritores favoritos. Y todo porque, aunque alguien pudiera pensar que es otra de las historias de la navegación, tan apasionantes pero tan parecidas, se trata de un estudio de personalidad muy interesante. Está basada en un hecho conocido y real, que está documentado, y del que Melville se sirvió para componer esta ficción. Se nota el excelente trabajo de documentación y, por supuesto, la mano incombustible de un narrador de esta talla. 
    Desde el principio, nos adentramos en el mundo que el autor conocía: el mundo entre las cuadernas de un barco, sobre los mares, en una constante búsqueda que tiene sentido porque no acaba nunca. La infinitud hace que los hombres refuercen aspectos de su personalidad que en tierra no serían visibles. Pero, aunque volvemos al mundo reconocible de sus grandes historias, hay algo en este relato diferente. Los estudios de personajes que Melville desarrolla, como en Bartleby que ya analizamos aquí, son muy agudos. Se acompaña de las reflexiones del otro personaje protagonista, el narrador, que va dando claves al lector. En ocasiones, esas claves sirven más para confundirse que para encontrar el camino adecuado.
    Hay un ambiente de sangre y traición en el buque donde todo se desarrolla. Se espera, por supuesto, lo peor pero no en el modo en que ocurre. El desconocimiento de los detalles va revelándose conforme avanza la historia, con mucho oficio. Es un escenario inquietante, fantasmal, donde los hombres se comportan de forma extraordinaria: o en silencio, o amenazantes o anhelantes de algo desconocido. 
    En cualquier caso, el argumento proporciona el ambiente propicio para que la tensa mirada de Melville desmenuce ese universo tan particular. Como en otras ocasiones, la técnica de este autor no pasa desapercibida, pero fluye honestamente entre las líneas, causando una honda emoción en el lector. A veces, la bondad de los elementos de la realidad que se usan en una novela no son sino un estorbo, una manera de distraer al escritor. Sin embargo, para Melville son un medio excelente para enriquecer la escenografía. Además, como sabemos, el autor traslada parte de sus vivencias al relato, haciéndolo aún más creíble.
    Es una historia de barcos, traiciones, navegación, sí, pero sobre todo es la historia de unos tipos que esconden intenciones, de supervivencia, una relativización sobre el alma humana. Podría estar ubicada en una cárcel, en una oficina de trabajo, en el vagón de un tren durante un largo viaje, en cualquier sitio. Esta es la grandeza de los escritores con mayúsculas: la universalidad. Se lee de un tirón.
Un abrazo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

MIENTRAS AGONIZO

  Mientras agonizo William Faulkner          Cada vez que encuentro una obra de Faulkner en cualquier tienda de segunda mano, mercadillo, o...