viernes, 11 de febrero de 2022

LOS NIÑOS TERRIBLES

 


Los niños terribles
Jean Cocteau


    Hay personas que traspasan sus propias obras. Algunos, como Rimbaud, porque su vida en sí es una novela; otros, como Baudelaire, porque se funden con el lado oscuro de la existencia. Luego está Cervantes, o Calderón, cuyas vidas son un renglón aparte. Pero eran tiempos épicos aquellos, de un modo u otro. 
    Cocteau es un gran artista, en todos los sentidos. De hecho, yo lo conocía a través del cine y me llamó la atención en la librería, lugar donde no acababa de ubicarlo. Es verdad que novelizar o transformar en cuento moderno las experiencias personales, no es asunto nuevo. Ni siquiera parece muy original, por principio, pero no siempre que se hace conlleva la extraordinaria conjunción de tan múltiples perspectivas plásticas o lingüísticas. 
    El recuerdo de la infancia en el barrio, las casas alrededor, que aluden a un cierto determinismo, entroncan con esa melancolía sociológica de Buero Vallejo o Lauro Olmo. La visión del héroe idealizado, el platonismo de los niños, el mensaje embotellado en un rostro atractivo, en unos ojos pérfidos e inteligentes. Y la vida que se perdió, degradada por el paso del tiempo y la memoria, sobre las pieles de los hombres y mujeres que fueron transformándose, oxidándose con cada respiración, para luego, irreconocibles, ahogar los amores. 
    El viento que, como agujas del reloj, abofetea el rostro. Hay espejos que deberían ser extirpados, como una enfermedad. Cocteau, sin embargo, no parece que regrese a esos días desde el anhelo o la melancolía (no más, al menos, que lo que merece el retrato fiel, arborescente, de lo urbano envejecido y felizmente mísero). Es una infancia pintada en lo extraordinario, desde lo común del sentimiento que brota a flor de piel: la amistad animada y sincera, los primeros amores, el desdecir del corazón que pronto llega, etc.
    Para quien no conoce el cine de Cocteau, que es una de sus manifestaciones más destacadas, puede que este sea un libro iniciático. Para los que están algo familiarizados con su halo creativo, descubrirán en él al niño prodigio, al enigmático personaje de novela, al infante terrible de la Francia que todos amamos en la distancia, como un Parnaso siempre moderno, el paraíso al que regresar desde la huida de todo lo mediocre que nos rodea.
    Puede que te ayude a reconciliarte contigo mismo y a rebuscar en los papeles que, aún, conservas siempre perdidos.
 Un abrazo.

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