lunes, 30 de agosto de 2021

LORD JIM

 


Lord Jim
Joseph Conrad


    Este autor universal no es un gran creador de tramas, a mi modo de ver, porque lo supedita todo al carácter de sus personajes. Se trataría, por lo tanto, de un fino observador del ser humano y sus condiciones, en contextos de dificultad, en verdaderas encrucijadas. Como ocurre con El hombre que pudo reinar, los sentimientos, los deseos, las vanidades, se pueden llevar a su último extremo. El protagonista es alcanzado por las tormentas de la existencia, a las que se enfrenta como un auténtico coloso, a pesar de ser un perdedor nato.
    Los perfiles que maneja Conrad no dejan de asombrar, sobre todo por la dignidad con la que defienden sus principios. No se trata, únicamente, de seres duros sino, antes bien, de seres íntegros que, en su propia esencia errónea y disfuncional encuentran el sentido y la dirección de su existencia.
      Lord Jim no ha sido un ejemplo a seguir siempre, tal vez nunca, pero deja un poso de conciencia sublime, de eco en la noche. Su forma de ver la vida, de conseguir aferrarse a una verdad, de reelaborar el destino, es, sencillamente, admirable. Lo que consigue no es el resultado de sus acciones, sino lo que es capaz de provocar en los demás. Incluso sus enemigos son capaces de divisar los restos de hombría, voluntad, liderazgo que deja tras de sí.
      Es una novela en la que Conrad vuelve a sumergirse en los desmanes de la supervivencia, los paisajes exóticos, la búsqueda del contraste entre la civilización y el salvajismo. Los mares, las selvas, los lugares remotos parecen desafiar la racionalidad de occidente, sus limitaciones. En el fondo, hay más de un punto de vista en su lectura, incluso narraciones que se intercalan entre voces, lo que da dinamismo y un toque de flexibilidad a su comprensión.
        Porque Conrad no es un escritor fácil, como podría parecer a juzgar por su popularidad, sino un arquitecto de las personalidades, como lo pudo ser Shakespeare, lo que favorece el abismo interpretativo entre el hombre de hoy y el que, alguna vez, fue. Los restos de un mundo, hoy desaparecido, brotan como el humo de las páginas de este libro: frío, insondable y, a la vez, lleno de sensibilidad. No es una novela carente de dificultad, pero solo si hay ganas para trabajarla; por lo demás, produce grandes instantes de placer y diversión. Puro Conrad.
Un abrazo. 

 

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