sábado, 22 de mayo de 2021

RECUERDOS DEL FUTURO

 



Recuerdos del futuro
Siri Hustvedt


    Después de que mi chica se empeñara en regalarme un libro de esta autora norteamericana, y a pesar de mis habituales reticencias a que me compren libros que yo mismo no haya pedido (por aquello de mi rareza sobre este particular), reconozco que ha sido una de las pocas personas que han acertado. En aquella ocasión leí Todo cuanto amé y, aunque su final no me gustó del todo, resultó ser un descubrimiento para mí, como lector que me suponía avezado. Siri Husvedt ya poseía una brillante carrera, había ganado el Premio Príncipe de Asturias y era algo más que la mujer de Paul Auster. Este último dato es importante para considerar una posible referencia literaria íntima de la autora, pero al leer esta segunda novela (la anterior está reseñada en este blog también) me doy cuenta de que Hustvedt desarrolla un universo muy particular. Cierto que los escritores norteamericanos crean una forma de novela diferente, influenciada directamente por la cultura visual y sonora de su país, por la mediatización de los paisajes urbanos y por la alienación de sus gentes, si lo miramos con respecto a la forma de relación social más propia de nuestro entorno, que es el mediterráneo. Sin duda, un español puede entender perfectamente ciertos aspectos humanos de los personajes de Hustvedt, pero será más reticente a cuadrar las circunstancias en las que estas relaciones se producen. Por lo tanto, a un lector hispanoamericano o europeo puede que le cueste adivinar el porqué de ciertas razones de los individuos que pululan por estas novelas, o que simplemente acepten la intervención de unos principios ajenos a la moral colectiva y cultural de los viejos pueblos de Europa.
    No obstante, lo que llama la atención, aparte de estas consideraciones clave para entender este tipo de novelística, son los entrecruzamientos de la ficción literaria con los restos de la memoria personal de los personajes, así como las vivencias intradiegéticas de los mismos, que adquieren capacidad para convertirse en seres vivos y "reales" dentro de una construcción imaginaria. De este modo, se entrecruzan diarios, textos de la novela que escribe la autora (que, a su vez, es el alter ego de Siri Hustvedt y su personaje principal) o reflexiones en voz alta. La polifonía que preconizaba Mijail Bajtin en el discurso de la novela adquiere propiedades cervantinas en esta obra. Y esto es muy interesante para los que buscan algo más que un entretenimiento literario. En el devenir de la novela podremos vislumbrar ciertos recursos técnicos y personales que involucran a la autora y a los propios personajes, en un decurso parecido al de Niebla, de Unamuno, aunque no en términos tan dramáticos ni sobrepasando ciertos límites. 
    Es una novela, sin duda, excepcional en el modo de configuración que puede recordar a los herederos realistas de la literatura española, como Juan Valera. La utilización de viejos documentos personales es un método muy antiguo que aparece en Cadalso, en el propio Cervantes o en Larra, por citar algunos ejemplos. El sentido de la veracidad, el verismo, es una manera de concebir el mundo de la novela como una creación en sí mismo, como una realidad que no puede contrastarse a ficción alguna, puesto que ella misma se valoriza en sus justos términos. Hustvedt obtiene, así, la configuración de un mundo que existe, pues mientras se lee es real, como la vida misma, y da la impresión de que ocurre, ha ocurrido y, lo que es mejor, seguirá ocurriendo indefinidamente. Y esta sensación es como una latencia, como un pulso vital, resuena en nuestros oídos y permanece, como la nota de una guitarra amplificada por la caja de madera desnuda.
Un abrazo. 

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