miércoles, 20 de enero de 2021

VIAJE AL FIN DE LA NOCHE

 



Viaje al fin de la noche
Louis Ferdinand Céline


    Después de muchos años, releo esta maravilla con la mente en blanco, sin esperar nada a cambio, sin acordarme de nada de lo que había experimentado anteriormente. Leo algunos comentarios sobre el autor y me viene a la memoria su perfil de pensador maldito, pero eso significa poco. Después, cuando me adentro en las idas y venidas del personaje (mitad autobiográfico, mitad caricatura), descubro algunos de los rasgos por los cuales me gustaba. 
    Esta es una de esas obras inclasificables, que no son una novela, pero que no puede ser otra cosa; una obra que te recuerda el amor por leer, que te dice por qué eres lector y por qué te mueres por disfrutar en una librería. Es una expresión auténtica de deshumanización, o lo que es lo mismo, de humanidad en estado puro. Viajar sin sentido, salvo el de sobrevivir, amar y ser amado, superar los obstáculos y mirar al mundo críticamente, obviando toda idea preconcebida, todo estatus, toda clase o categoría.
    El apartado en el que se dedica a Molly, la prostituta cotidiana que se enamora y cuida del protagonista, contiene algunas de las mejores confesiones sobre el amor que jamás haya leído (y he leído muchas, créeme). Es curioso que esta mujer se llame igual que la Molly de Joyce, la del Ulises, que comporta un tipo de mujer muy diferente, pero que también ama (a su manera), aunque no a Leopold Bloom, en este caso. Son los espejos cóncavo y convexo de las relaciones humanas y para el que conoce los dos textos es, probablemente, uno de los casos comparativos de féminas más interesantes de la historia de la literatura. 
    La técnica de Céline le aproxima a Bukowski, pero también a Baudelaire, a Miller y a otros malditos. No por el hecho de ser un escritor que abunda en vulgarismos, palabras malsonantes o expresiones ácidas (como también hacía Quevedo, por ejemplo), sino porque su visión de la existencia, de la urbanidad, de la pobreza en las colonias, de la miseria y de la grandeza de los hombres "ínfimos" que nos rodean, es muy particular y afirma al ser. Céline es un filósofo de la calle, como tantos otros que merecen ese calificativo, sin sistema o esquema de pensamiento, pero con una mirada amplia, cristalina, expresiva y certera.
    Me encanta su forma de escribir, aunque a veces es cortante o cansa, o se hace plomiza. Sin embargo, el plomo de la existencia no es mucho mejor y no por ello deja de ser nuestro. Es una lectura dinámica, en ocasiones; dificultosa, en otras, pero siempre interesante. De todos los desafíos, este es uno de mis preferidos y, seguramente, uno de los más reveladores para mis compañeros lectores, para ti. No lo dejes pasar de largo, por muy rápido que vaya. Está en tu onda, seguro.
Un abrazo.


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