domingo, 17 de enero de 2021

KAFKA. EL CÓMIC.

 


Kafka.
El cómic.


        Iba derecho a las librerías para esquilmarlas con el cheque-libro de mi cumpleaños (donación familiar muy generosa) y paramos en una tienda de cómics para buscar un regalo para un amigo. Resulta que di con este ejemplar que se convirtió en mi primera adquisición de la mañana. Por supuesto, como ya he confesado, Franz Kafka siempre fue mi escritor preferido. Pero esta edición, imaginativa y visualmente sugerente, tiene muchas virtudes. 
        Por una parte, sirve para acercar al público la figura de este brillante escritor (el más brillante de los últimos 100 años, en mi opinión) y para desmitificar el estereotipo creado en derredor a su biografía. Porque si rascamos en la aburrida vida del Kafka hombre, abogado, amigo, pretendiente, hijo de familia, se produce una disonancia entre la grandeza de lo que representa y lo anodino de su paso por la vida. En muchos aspectos, Kafka no es envidiable sino todo lo contrario. Pero tampoco era enfermizo como lo han mostrado, o al menos no en el aspecto físico. Ni siquiera su literatura constituye una visión tétrica de la realidad, o no en el sentido en que conocemos lo tétrico, lo oscuro.
        Es evidente que el mundo que él nos descubre es trágico, es un mundo vacío y es un espejo de lo peor del ser humano. Y, sin embargo, Kafka era un hombre con un gran sentido del humor (o eso cuentan de él lo que le conocieron) y que sabía reírse de sí mismo. Su literatura, de hecho, tiene de cervantina la visión burlesca de la desgracia, la muerte, la culpa, la alienación del hombre en el mundo que él mismo ha creado. 
        Para quien identifica a Kafka con el insecto enorme y repugnante de La transformación (no La metamorfosis, como usualmente se le conoce), Kafka es Gregor Samsa, un bicho cercano que nos recuerda que damos asco, que hay una parte de nosotros que es deforme y que puede aparecer, de un momento a otro, convirtiéndonos en otra cosa, algo que estaba ahí escondido. Sin embargo, Kafka es un observador del mundo que le rodea, que es un mundo reducido en el ojo del huracán de los grandes acontecimientos del siglo XX. Él mismo es el paradigma de hombre alienado por su cultura familiar, en un entorno donde ser judío podía suponer una auténtica condena, pero donde su bilingüismo le salva de un linchamiento seguro, al tiempo que le hacía ajeno a su patria y extraño a los invasores, durante el período anterior a la Segunda Guerra Mundial.
        Esto es de sobra conocido. Lo que quizás no podamos admitir, porque es difícil hacerlo, es que sus circunstancias personales, sus neurosis mentales, sus inseguridades, su falta de confianza en sí mismo, su propia educación de la infancia, etc., le convirtiesen en un escritor universal. De hecho, relatos como La condena o En la colonia penitenciaria, o El proceso, son enormes alegorías de un mundo al que aplicar sus propios problemas de integración. La ciudad, Praga, es un universo fantasmagórico y protector, a la vez; su familia, su padre, sus hermanas, son centros de relación con el mundo existente, con la vida, con sus bloqueos, limitaciones, desgracias propias, etc. También sus alegorías remiten, y eso es lo extraordinario, a los hechos que habrían de condicionar las vidas de millones de personas, a ideologías que son como neurosis compartidas, a muertes que son como muertes propias, al dolor de todos en uno. El individuo es, al fin, un universo que no dista de una civilización entera. Y ahí es donde radica lo universal, lo extenso del ser. La ontología es historia, y la historia es ontología. 
        Kafka ve derrumbarse un mundo en el que él es paradigma estigmatizado. A lo largo de los años, el término kafkiano se ha ido "comercializando" y todo parece pasar por él: es kafkiano aquello que alude al absurdo circular, como es surrealista lo que alude a lo fantástico o alejado de la realidad. Lo hemos adoptado como se adoptan los términos que conectan perfectamente con el pensamiento colectivo, y que inciden en el comportamiento individual. No es exacto, no refleja los verdaderos valores de lo kafkiano, que es un valor artístico y humano, pero es útil, en cuanto construye imágenes y respuestas, conceptos de lo cotidiano. Así, sobrepasa el carácter de lo estrictamente deducible a partir de sus palabras. No parece importar, de todos modos.
        Si tú, querido lector, quieres tener una visión global de este gran autor, un prólogo decente a sus obras, este cómic te divertirá y te introducirá en su mundo. No importa que hayas leído algo de él ya, o que conozcas detalles de su vida. Seguramente, hasta habrás visto muchas de las fotografías que se reproducen, versionadas a dibujo, en este cómic. Te recomiendo, de todos modos, su lectura porque es una experiencia rejuvenecedora. De hecho, leyéndolo he rememorado los días en que aprendía a leer con mi madre y lo hacía con tebeos y cómics. Una costumbre que no está mal volver a recuperar.
Un abrazo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

MIENTRAS AGONIZO

  Mientras agonizo William Faulkner          Cada vez que encuentro una obra de Faulkner en cualquier tienda de segunda mano, mercadillo, o...