domingo, 20 de septiembre de 2020

EL LOBO DE MAR

 










El lobo de mar
Jack London


     En la línea de las grandes novelas de aventuras de todos los tiempos, Jack London, autor de importantes y populares epopeyas, elabora el escenario perfecto. Vidas que no debieron cruzarse nunca, reelaboraciones del pensamiento construido, a través de los años, de personajes muy definidos, pero que descubren su propia flexibilidad en situaciones límite. La mar como elemento universal, tan recreado y tan necesario, y la relación que se establece con el elemento natural, como un gigante que puede cambiar el curso de los acontecimientos.
     Lobo Larsen se parece, en muchos aspectos, al capitán Ahab pero tiene algo de lo que este carece: la capacidad sarcástica de aparecer como un hombre civilizado, cuando no lo es, la sensibilidad de quien se sabe atrapado por su propia rabia y sus circunstancias anteriores, la brutalidad mezclada con el raciocinio. Esto permite que el protagonista y él establezcan conversaciones muy interesantes sobre la razón de ser del hombre, sobre su propia idiosincrasia, sin que la tensión existente entre ambos desaparezca. Es la caballerosidad en medio del combate.
     Un hombre educado, refinado, que coincide, milagrosamente, con una escritora mujer en el barco cazador de un lobo de mar incivilizado, pero que puede sentarse a filosofar o a discutir sobre la mente humana. La presencia de la mujer es un catalizador de la segunda parte de la novela, como ocurre con algunas aventuras de Salgari, pues pone a los personajes frente al espejo de su propio abismo. Lobo Larsen puede pegar o matar a alguien de la tripulación, puede luchar con tiburones o hacer frente a un tifón, pero una mujer es un desafío diferente que le exige mostrar un lado inusual, enmascarado.
     Los hombres se transforman en el mar y el mar los devora, lentamente, haciendo de ellos seres diferentes, que encaran la vida y la muerte con otro semblante. Jack London es uno de los mejores escritores que se pueden leer. Da acción a la acción y sentimiento al sentimiento, sin más. Boga por las aguas de la literatura con una premisa, con un objetivo, que va cumpliendo conforme compone las escenas que dan argumento a los individuos. La historia va transcurriendo sorprendentemente lenta, en un principio, a pesar de la acción que se sucede sin pausa. Pero diera la impresión de que nada ocurre de verdad, solo hechos que se superponen. La emoción llega después, una vez que todo está presentado.
     Ni que decir tiene que soy un entusiasta de la novela norteamericana. Quizá porque, en todas sus épocas, ha adolecido de cierto intelectualismo que, no obstante, brota solo de sus páginas. El punto de vista artístico que en Europa embellece las letras, no se exacerba hasta ese nivel en tierras de norteamérica. Se construye a partir a un diálogo sincero con el lector. Para ello hay que dominar el arte como una pluma de ave domina el viento: colocándose en el sitio y ángulo justo. 
     Jack London es un albatros elegante y supremo, que pasa inadvertido desde las alturas, pero el eco de sus alas aún resuena en nuestros oídos.
Un abrazo. 

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