martes, 4 de agosto de 2020

LA BROMA INFINITA

La broma infinita (Bolsillo) (Tapa blanda) · Novela Extranjera ...


La broma infinita
David Foster Wallace


     Hacía años que no me enfrentaba a un libro tan complejo, denso y enriquecido. Cuando la prosa que lees supera la condición comunicativa y se adentra en el mundo del pensamiento activo, la oración fluye soberanamente. La verborrea de este niño prodigio, que acabó suicidándose, produce rechazo y el lector necesita unos cientos de páginas para cogerle el gusto al invento (no te preocupes, el tocho es importante, así que hay tiempo). 
     Reconozco que no me estaba gustando esa manía de explicarlo todo, hasta el más mínimo detalle. Es como si alguien, en el momento de hablar, comienza a bifurcarse en los cientos de vericuetos que cada nueva palabra sugiere. Pero reconozco que Wallace es capaz de mantener un hilo común entre tanta idea enmarañada. 
     Finalmente, consigue elaborar un discurso que es completo en sí mismo, y que abarca todos los mundos que son el mundo. David Foster Wallace, en la tradición de Kennedy Toole y otros, desmenuza la sociedad norteamericana a través del sarcasmo más brutal, de la risa ácida. Su humor no deja nada en pie, enfrentando al observador con personajes desguazados, con perfiles imposibles, con acciones inverosímiles. Lo curioso del asunto es que, deteniéndose a reflexionar, no hay nada en este libro que uno no pueda encontrar en la vida real y en los paisajes urbanos y humanos que describe. 
     Se trata de un libro difícil, muy difícil de afrontar, un auténtico desafío que exige paciencia, calma, concentración y motivación. No obstante, no hay que asustarse. Leído con interés y pasaje a pasaje, crea una sensación de acercamiento a esos seres humanos tan particulares y a las relaciones que crean. 
    Los novelistas norteamericanos, por los que siento devoción (lo confieso), elaboran edificios creativos a base de parodias o deformaciones, creando una tradición literaria moderna que trasvasa los límites de lo figurativo pero que, en esencia, cuentan lo mismo que ya contaba Francisco de Quevedo o Vélez de Guevara.
     Es una novela fenomenal, en una sociedad de amplios espectros que crea situaciones muy variadas y que desafía los convencionalismos y lo que entendemos por relaciones humanas. Wallace lo observa todo, lo recrea todo, lo explica todo hasta la saciedad. Pero no cualquier cosa, sino aquello que parece baladí, superficial, contingente, constituyendo una hermosa fábula de una estúpida humanidad, con una intensidad inusitada y una "verborrea" entre la ciencia, la mofa y la crónica, que evita toda estructura conocida. Las fotografías segmentadas de vidas conectadas sirven para que el lector eche un vistazo a paisajes diversos, en los que se mueven los personajes en su intimidad. Intimidad enfriada, a veces, por las desnaturalización del devenir diario.
     Una colección de personajes exóticos, una vida que se sale de lo corriente pero que incide, precisamente, en lo más ordinario, lenguajes entremezclados, idiolectos que especifican pensamientos que se amontonan, vidas que se miran a los ojos con sorpresa, una sociedad en ruinas y ciega. Un montón de ingredientes que engrandecerían cualquier obra de arte, y esta no es una excepción.
     Si los lectores buscan bucear en algo realmente bueno y desafiante, aquí ofrezco un verdadero challenge, y no las chorradas que andan por Internet.
Un abrazo.

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