La escopeta de caza

La escopeta de caza

Yasushi Inoué

     La literatura japonesa descubre en un lector occidental nuevas sensibilidades, que parecían no existir o estar escondidas. Está claro que el acervo cultural influye decisivamente en los modos de expresión, pero también en las consideraciones cotidianas o en el prisma con el que se afrontan las experiencias vitales. Inoué es un escritor muy reconocido en su país, pero poco conocido, tal vez, en nuestros lares, lo que no es anormal, dado que el canon establecido (queriendo o no) determina la composición de nuestras bibliotecas, por lo general.

     Por ello es una sana costumbre acercarse a otras creaciones, que se enmarcan en universos donde los parámetros que conocemos no sirven, o se transforman. De esta manera, podemos añadir, incorporar a nuestra cultura personal, elementos que no habíamos tomado en consideración y, filtrándolos a nuestro capricho, hacer de ellos puntos de referencia que complementen los que creíamos definitivos.

     Se trata esta de una novela corta, un relato con pretensión de intensidad emocional, que usa técnicas muy antiguas: la literatura epistolar, las relaciones de desamor, la violencia contenida, el odio latente; y otras más modernas: los desconocidos que están conectados a través de vidas, aparentemente, alejadas, la literatura como nexo de unión, la psicología del terror a la soledad.

     La forma que tiene Inoué de narrar es cromática, en el sentido de que introduce elementos decorativos, materias naturales, paisajes, cuadros vivos, que invitan a ver a través de la imagen, olvidada la palabra en ocasiones. La pausa, la reflexión, el modo de compartir los detalles son formas muy japonesas de hablar y pensar, donde los silencios, como en una buena partitura, tienen una importancia capital. Todo va transcurriendo despacio, y no va a ningún sitio, puesto que el desenlace ya estaba escrito de antemano, pero el lector continúa y continúa, como si le fuera la vida en ello, porque acaba interesado por los vaivenes mentales de los personajes, por el fuego que reviste a unas gentes que, como los jarrones de porcelana, están cosificados a través del objeto: la escopeta de caza, los colores de un haori, un barco de pesca que arde en el horizonte, la noche, el monte...

     Todo conforma un precioso cuadro donde los colores protagonizan la imagen, pero sin descuidar pequeñas tallas y dibujos que se difuminan detrás del óleo. Inoué, de esta forma, consigue "empaquetar" numerosas referencias y sensaciones en un relato corto, ágil e intenso, donde la vida y la ausencia fluyen, dejando huellas en la piel. Es una sencilla e inteligente manera de escribir, y una excelente elección para leer, sobre todo cuando no se dispone de mucho tiempo. Elegante y sencillo, complejo y delicado como un kimono.

Un abrazo.