lunes, 22 de junio de 2020

¿Película o libro?



Qué es mejor, el libro o la película? Esta experta da su opinión ...


¿Película o libro?

     ¡Vaya pregunta más tonta! Normalmente, esto demuestra lo peligroso de no entender en qué consiste una obra de arte, o un lenguaje concreto. ¿Por qué digo esto? No es más tonto el que actúa como todo el mundo, sino el que no tiene conciencia de que lo hace. Hemos empleado millones de veces la expresión: "una imagen vale más que mil palabras". Y, la verdad, es una expresión absurda puesto que una imagen puede tergiversar una idea, dar una idea inexacta o inducir a un pensamiento que no es el que queremos provocar. Por lo tanto, tiene sentido que existan los libros, entre otras cosas porque las palabras pueden crear miles de imágenes (y esto al revés, créeme, no es tan fácil de conseguir de manera instantánea). 
     Vale, estoy arrimando el ascua a mi sardina, de acuerdo, pero lo hago con un propósito: un argumento es comparable solo en la medida en que participa de una idea. Sin embargo, dos esquemas o lenguajes que desarrollan instrumentos diferentes, ¿cómo podrían compararse? Solo en la medida en que tienen un parecido razonable. Y es por esto por lo que los lectores acuden al paradigma del libro que motiva la película, o de la película basada en el libro, que parecen la misma cosa pero que no se abordan del mismo modo. El que ha visionado una película cuyo guion se basa en un libro conocido, no suele tener la tentación de leer el libro, o por lo menos no es lo habitual. En el caso inverso sí que se produce el efecto contrario: una vez conocida la historia, apetece plasmarla en imágenes, cosificarla o personalizarla. De algún modo, la materialización de la idea que nos hemos ido creando es poderosa, es atractiva. Ponerle ojos y cara a un personaje con el que hemos soñado, que hemos construido a medida que leíamos, es como cerrar un círculo. Las personas somos muy dadas a fotografiarlo todo (por eso existen las cámaras en los móviles, es enfermizo).
     Sin embargo, seamos francos: una película no es ni menos ni más buena que un libro, porque no son comparables. Pueden ser la misma historia, pueden tener una conexión a través del autor y el guionista, pueden decir lo mismo, pero no lo dicen de la misma manera. Sin duda esto es así. Por lo tanto, comparar dos géneros como estos es un sinsentido, desde el principio y, en todo caso, revela la necesidad de ver las cosas con los ojos. Tal vez porque no confiamos en nuestra mente, o porque lo que vemos con la mirada del lector nos parece insuficiente. Pero si escarbamos en ese proceso de asimilación sentimental e intelectual, nos daremos cuenta de que, más allá de una imagen, de una actriz, de un encuadre o una fotografía, los colores de la mente son mucho más poderosos y enteros, ofrecen un espectro más amplio y, sobre todo, están elaborados sobre una experiencia incognoscible e imprevisible: la del efecto que produce leer, ese instante inclasificable en el que el autor, de una manera prodigiosa, conecta con el lector (al que no conoce) en un instante no determinado por nadie, en cualquier lugar, en cualquier circunstancia. El resultado de esa experiencia es tan fugaz que lo que produce, fuertemente, es una impresión imperecedera, lo cual resulta paradójicamente mágico.
    En conclusión, el cine, que es un arte estupendo que yo adoro, tiene su papel, pero no es un papel relacionado con la lectura, sino tangencialmente, puesto que todo libro derivado del papel a la película, ya no es un libro, sino un pariente lejano que, alguna vez, compartió ADN. 
     Por tanto, la próxima vez que veas una adaptación de un libro en el cine, piensa en ello y no trates de corroborar en una foto lo que tus ojos vieron con la imaginación, porque es imposible y decepcionante. Pero no dejes de ir al cine, claro.
Un abrazo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

MIENTRAS AGONIZO

  Mientras agonizo William Faulkner          Cada vez que encuentro una obra de Faulkner en cualquier tienda de segunda mano, mercadillo, o...