viernes, 19 de junio de 2020

LOS PILARES DE LA TIERRA




Los pilares de la Tierra
Ken Follet


     Incluir a Ken Follet en este apartado parece extraño, fuera de lugar. Porque Follet es un gran narrador, con mucho oficio, y un incansable creador de historias. Pero el éxito, en ocasiones, proviene de la mediocridad (en muchas ocasiones), en el inevitable acercamiento, fácil acercamiento, al lector, al gran público, que pide consumir productos de ocio y diversión, de entretenimiento, que no exijan más esfuerzo que el de recibir un estímulo. No se trata de procesar nada, de elaborar un pensamiento, de discernir o reflexionar sobre lo que se ofrece, sino de tener un estímulo cuya respuesta sea primaria, instintiva y, por supuesto, divertida. 
     Cuando los personajes sobre los que se construye un mundo de ficción tienen un perfil tan definido, sin matices ni contradicciones, nos encontramos, generalmente, en el campo del cuento, de la fábula, donde la ejemplificación juega un papel moralizador fundamental. Tiene sentido. Sin embargo, en el mundo de la novela, la veracidad de la construcción depende de cuánto nos acerquemos a una realidad, que no tiene por qué ser la que consideramos como tal, sino cualquier otra, pero que, en todo caso, es realidad, al fin y al cabo. Y en toda realidad, los individuos arrastran determinados planos de personalidad, no siempre concordantes, y reaccionan de diferentes maneras ante los problemas cotidianos y los desafíos de la existencia. 
     Quiere esto decir que la vida no es plana y los personajes, por lo tanto, no pueden serlo, tampoco. Un personaje plano es, en sí mismo, un carácter vacío, testimonial, y que, de hecho, puede jugar un papel importante en la historia. No obstante, todos los personajes no pueden moverse en el estatismo. Follet dibuja un mundo, en esta novela, donde los malos y los buenos siempre están donde deben estar, y donde las anécdotas superan a la propia configuración del universo literario. Porque no hay universo literario, sino un cuentista (en el mejor sentido) que elabora un producto consumible, de gran valía y solidez pero de nulo fondo, olvidando las grandes esencias de toda narración: contar por contar es un ejercicio absurdo que no lleva a nada, salvo a la exposición informativa, y poco más. 
     Por consiguiente, a todos aquellos que han leído la novela y se han divertido (y han leído, también, las secuelas pertinentes), y a aquellos que no lo han hecho aún, una recomendación: solo es para pasar el rato, no esperéis mucho más. 
Un abrazo. 

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo. Yo la leí y me dejó indiferente. No voy a ocupar más espacios de mi librería con este autor.

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