jueves, 25 de junio de 2020

EL PERFUME

EL PERFUME | PATRICK SUSKIND | Comprar libro 9788432228032




El perfume
Patrick Süskind


     Cuando alguien con menos de 30 años de existencia es capaz de escribir una obra como esta, es que algo guarda, algo interesante. El poder de seducción está asociado al mal, pero la historia no habla tanto de la maldad humana como del deseo de absorber todo lo que la vida puede dar. Habla de la plenitud, del ser total, del hombre que se completa a sí mismo, extasiado de su propia sensibilidad. 
     La belleza lleva aparejada la figura femenina, como elemento universal, y Süskind adereza el sentido de la posesión con la violencia que supone la anulación del poseído. Porque, en realidad, la materia de la que estamos formados es o no es, en función de lo que la naturaleza decide. Y, en este caso, la naturaleza actúa a través del personaje principal, que, a modo de demiurgo, violenta la independencia de las mujeres que va invadiendo. El sorbo de la vida que pasa de un alma a otra, componiendo un sentido superior, una nueva percepción, llega en el protagonista a su máxima expresión. Visto desde el punto de vista del espectador, es una historia de tragedia, de abandono. Superficialmente, observamos a un asesino en serie con un propósito. Filosóficamente, o escarbando un poco más en el concepto, el personaje es un artista que construye la belleza como una totalidad, para lo cual no escatima imaginación, ni materia. Porque todo está al servicio de la divinidad. 
     Se plantean algunas cuestiones muy platónicas: el ser que no es capaz de apreciar la grandeza, la magnificencia de la creación, que no tiene el sentido perceptivo tan desarrollado, la vista tan agudizada, ¿puede servir mejor a la creación de otro modo, sacrificándose en favor de quien sí es capaz de hacerlo? Parece como si el protagonista estuviese aprovechando la muerte de sus víctimas para hacer de ellas algo apreciable, algo importante, puesto que se trata, en el fondo, de mujeres que, de una forma u otra, tienen vidas anodinas o, directamente, prescindibles. Sin embargo, contienen en sí el germen de lo mejor de la humanidad, los restos que Dios ha depositado en sus pieles y en sus formas, negándoles otras condiciones más elevadas, pero mostrando el poder de la esencia divina. 
      Cuando el arte se supera, hasta el punto de estar por encima de toda moralidad humana, llega a los extremos de fagocitar al hombre mismo, que está a su servicio, que se transforma en una herramienta de ese objetivo supremo, que escapa a toda racionalidad. Por otra parte, la sexualidad implícita en la actitud del protagonista tiene que ver, a mi modo de ver, con la violencia que está soterrada al acto mismo, a la posesión del cuerpo del otro, que es una fusión donde los sujetos se abandonan, entregando sus sentidos a un fuego que la mente no controla, que está en un estadio superior a la consciencia y que deviene en agresión implícita. Todo sexo implica la invasión de otro sujeto y, por tanto, es la exaltación de un sentido que escapa a la cotidianidad, y que se obtiene a partir de la recepción de los sentidos del amante.
     Por tanto, la concepción de la violencia y el sexo como un camino hacia la belleza más absoluta, partiendo de un nihilismo existencial pesaroso e inhumano, construyen a un personaje grandioso, redondo, fascinante. Süskind, desde el principio, toma el contenido como base de una obra muy completa e interesante y, a la vez, entretenida. Existe en su forma de escribir un natural equilibrio, un detallismo que no recarga, una visión global de los mundos pequeños y un idealismo pétreo, que no se confunde y que despierta las mentes dormidas. Sugerente y ácido, su fábula inmoral es un cuento de la vitalidad del ojo humano, que va más allá de lo que ve. 
Un abrazo. 


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