martes, 28 de abril de 2020

TÉCNICAS DE LECTURA. CAPÍTULO 2.

Álvaro Mutis y la nave que nos lleva - Zenda

EL GAVIERO


     Están los que dicen, y no sin razón, que nosotros no escogemos los libros que leemos, sino que son ellos los que no escogen. En esta sentencia se esconden muchas de las verdades de las relaciones del hombre consigo mismo. Nuestras acciones son un espejo de lo que deseamos o, simplemente, de lo que reprimimos. Y, por ello, podemos extraer conclusiones a partir de lo que comemos, nuestras aficiones, la pareja con la que estamos, la música que escuchamos, el coche que conducimos y, por supuesto, aquello que leemos.
     Recientemente, leí que alguien, en una red social, escribía que lo importante era leer, daba igual lo que fuese. También hay quien, en su ignorancia, descalifica a quien tiene argumentos para criticar un libro (criticar en el sentido de crítica argumentada, no en el sentido negativo del término; esta diferencia, parece mentira, hay que seguir explicándola). En todo caso, leas lo que leas, reflejará ciertas cosas de ti, te guste o no, porque las decisiones, los cruces de camino, somos nosotros los que los abordamos, y no los demás. Y las huellas en el camino son las nuestras, sin duda. 
     Carl Sagan, en esa maravillosa serie de televisión, Cosmos, decía que una persona, leyendo una media de 2 ó 3 libros diarios no alcanzaba, en una vida entera, a leer los libros de una de las estanterías de la biblioteca Metropolitana de Nueva York, una de las más grandes del mundo. Esto nos da una idea de nuestra insignificancia, y de la incapacidad para abarcar todo el orbe del universo literario o de sabiduría que encierran los libros escritos por la humanidad.
     Por esta razón, además de por higiene mental (puesto que no podemos alimentarnos de hamburguesas del McDonalds todos los días, igual con los libros), la selección de lo que leemos tiene una vital importancia. Sí, vital, aunque pienses que leer es una petulancia de intelectuales o una diversión que no lleva a ningún sitio: interesante, entretenida, pero poco más.
     ¿Te has parado a pensar por qué la gente tarda tanto en razonar determinadas cuestiones? ¿Por qué se utilizan argumentos vacíos o malintencionados, en lugar de expresiones lógicas, bien pensadas, sustentadas en una idea (más o menos acertada, pero apoyada en razones)? ¿Te has parado a pensar por qué la gente hace caso de bulos con tanta rapidez, por qué las redes sociales se inundan de imbecilidades o de voces superfluas y nulas? ¿Qué es lo que nos hace tan vulnerables a la información, que es lo que nos desnuda, nos hace débiles y tan permisivos a la manipulación de otros? Yo te lo diré: que somos, en la gran mayoría, una población inculta. Esa incultura no es la que se decía en el siglo XIX: la incultura lógica de la clase social, o provocada por la falta de información, o provocada por la falta de instrucción, no, se debe, precisamente, a la falta de un criterio propio que maneje la abundante y, yo diría, insana afluencia de información. Porque la mayor parte de la información que recibimos es mentira o está manipulada, o, simplemente, apesta.
     
     ¿Leer nos ayuda a ser más críticos? Nos ayuda, sí, porque a través de la literatura, o de la ciencia, o de la filosofía, o la historia, aprendemos a pensar. A pensar. Es sencillo, parece, pero supone el sustento de toda civilización: individuos capaces de pensar. En algunos casos, esto provoca muchos problemas, sí, contra gobiernos que quieren imponer criterios. Pero siempre es mejor tener libertad en nuestra mente ante cualquier amenaza.

     Ser cultos, por tanto, también es un proceso que conlleva un crecimiento personal. Un lector culto elige sus lecturas con cuidado, la mayor parte de las veces, porque no dispone de tiempo para tirarlo a la basura. Lo curioso es que a ninguno de nosotros nos sobra, seamos cultos o no. Pero de lo que se trata es de tener un Objetivo. Esta es la palabra Objetivo. En un plan de lectura lo único que tenemos que tener claro es: ¿para qué me voy a leer este libro? ¿En qué voy a invertir mi tiempo? ¿Servirá de algo? En toda apuesta se puede perder, está claro, pero tener un plan, un objetivo, es siempre lo mejor. Se evitan errores mayores e imprecisiones.

     ¿Qué razones tenemos para escoger un libro?
1- Que un amigo/a nos ha dicho que "engancha" (mira el Diccionario prohibido), que está muy bien.
2- Que es un libro famoso, que todo el mundo lee y que me despierta la curiosidad.
3- Que es un libro recomendado por la crítica o de un autor muy valorado.
4- Que me he pasado por el súper y tenía ganas de comprar uno, he visto la portada y me ha llamado la atención.
5- He cogido el primero que me sugería algo.

Puede haber otras razones, más ilógicas también, pero estas son algunas de ellas. ¿Es mala alguna de esas opciones? Pues depende. ¿Es malo comer grasas saturadas y ponerme como una foca si me gusta mucho y paso un buen rato? A lo mejor, no. ¿Es malo beberme una botella de whisky todos los sábados con los amigos, aunque la resaca sea horrible? Pues, en este caso, tampoco. Sin embargo, debemos reconocer que la gente vive mejor con una alimentación saludable, piensa mejor, tiene mejor sexo y las ideas claras y no padece dolencias, en la mayoría del tiempo. Ergo, supongo que la vida de excesos debe quedar reducida a unas pocas ocasiones. ¿Qué pasa si descubres que la vida sana te gusta? De vez en cuando te puedes dar un paseíto por los bares, claro. Aunque, en el fondo, sabes lo que te conviene.
     Elegir un buen libro puede ser sencillo. Si hace tiempo que he olvidado los clásicos, ¡vuelve a ellos! Tener una buena base siempre ayuda. Y allí encontrarás, documentándote un poquito por Internet, o leyendo bibliografías que encuentres por ahí en esos mismos libros, recomendaciones secundarias. Elegir a autores consagrados tampoco está mal, te lleva directamente a un buen terreno, siempre y cuando no sea el terreno de la comercialidad, donde abunda lo malo.
     No podrás tener personalidad como lector si, antes, no has leído, al menos, una cantidad decente de obras más o menos consagradas por el canon literario. Una vez que hayas aprendido cosas importantes de ti, como persona y como lectora, en esas experiencias, será el momento de que te decantes por el tipo de lectura que te gusta, investigando por ti misma. Pero no se hace la casa por los tejados. Sin un cimiento mínimo, no serás capaz de valorar la originalidad. Piensa que, de todos modos, buena parte de lo que el ser humano puede escribir (el molde, me refiero, no su contenido total), está ya confeccionado.
     Habrás de ser artesano antes de artista, monaguillo antes que cura, delineante antes que ingeniero. Haz como el Ché Guevara, cuando iba al combate: llena tu mochila personal de lecturas y retos, ve ocupando tu tiempo en voces fascinantes y cualificadas y, de vez en cuando, atrévete a investigar otras cosas. Huye de lo que te venden, salvo que lo veas interesante, y compra lo que tu instinto te diga. Con el tiempo, verás que tu instinto se va fortaleciendo, ganando músculo y entonces, para tu asombro, pasarás de un vals de Strauss a una sonata de piano de Beethoven. Sin darte cuenta.

Un abrazo.

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