domingo, 20 de febrero de 2022

VENUS Y ADONIS.

 



Venus y Adonis
William Shakespeare


    A día de hoy no existen pruebas concluyentes de que fuera Christopher Marlowe, y no Shakespeare, quien escribiese este gran poema, lo que nos lleva a admitir que este último es uno de esos raros casos en los que el éxito artístico resulta estremecedoramente inesperado. Basta con leer su biografía para entender de lo que hablo. Algo así vemos en Miguel de Cervantes, cuya existencia parece ligada a la del inglés en muchos aspectos.
    En cualquier caso, la historia de Venus y Adonis no es exclusiva de Shakespeare, por supuesto, apareciendo en pintura y otras manifestaciones a lo largo del tiempo. Como tal, se establece dentro de los márgenes de lo más noble del arte y, por supuesto, es una expresión literaria culta y sofisticada. Leerla en inglés es musicalmente agradable, aunque esta traducción al español resulta cercana, en mi opinión, a los rasgos de una poesía que tiene unos límites prefijados, en cuanto a la rima, la estructura, la sonoridad o el léxico utilizado.
    Es un libro que se lee del tirón, y que representa fielmente lo que el mito nos cuenta. Encontramos, al tratarse de un texto lírico, elementos de intimismo y emocionalidad muy importantes y destacables, que llegan a conectar, como si de personajes vulgares se tratase, con la identificación individual del lector. Esa cercanía, amén de otros elementos paisajísticos o naturales del texto, invierten en Shakespeare el sentido elevado y cosmogónico de los mitos del pasado. 
    Con este tipo de literatura, el autor inglés pretende confeccionar una dimensión culta de su perfil de poeta que, junto con su admirada producción teatral, le encumbre a la historia, más allá de todo éxito comercial y lúdico de sus representaciones en vida. Y a fe que lo consigue.
    No se necesita una elevada formación para disfrutar del buen arte, solo una buena dosis de voluntad y de interés, lo que son condiciones mínimas de todo buen lector. Esta historia de amor, además, así adornada de las preciosas virutas diamantinas de la poesía, no resulta convencional: ni por el modo de presentarla, ni por los protagonistas, ni por la dirección que toman los acontecimientos. Por todo ello, se trata de un gran poema, de elevado contenido, que no prescinde del clímax de una buena trama romántica y que se retuerce en el nudo gordiano hasta revelar el fin primigenio de toda pasión: el sufrimiento engolado y dulzón que provoca el enamoramiento y sus consecuencias.
    Lo de la métrica, los versos, la técnica musical, y esas cosas, lo dejamos para otro blog de filología.
Un abrazo. 

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