sábado, 24 de julio de 2021

CABALLOS DESBOCADOS

 


Caballos desbocados
(El mar de la fertilidad II)
Yukio Mishima


    Si la primera parte de esta tetralogía prometía un ritmo diferente a lo que las novelas de Mishima suele acostumbrarnos, esta segunda nos introduce, como si fuera un testamento propio, en la ideología del autor mismo, sin ambages, como si hubiese rebuscado en su interior para atrapar la esencia importante de su pensamiento y ser. Es de sobra conocido el episodio que acabó con el suicidio de Mishima, envuelto en un halo de politización, conservadurismo, mitomanía histórica, revolución y mil cosas más. Todo esto es lo que vemos en esta historia, continuación de los amores de dos jóvenes nobles, que deriva en un intento de conspiración. Hay algo que conecta con La condición humana, de André Maulraux, y no solo por la trama argumental sino por la necesidad de explicación de los entresijos del bien y el mal, y cómo compaginarlos con una moral más elevada, que lo disuelve todo.
    La sociología de la literatura se revela como un engranaje activo, directo. La lectura de una obra histórica, legendaria, del antiguo Japón por parte de un joven idealista, convierte a un grupo de gimnastas del kendo y estudiantes en una banda armada, bajo el estandarte de lo que se llama la Liga del Viento Divino, una especie de recuperación de los valores samuráis y tradicionales del Japón medieval.
    Es curioso, después de saber lo que sabemos sobre Mishima, comprobar cómo esta novela nos devuelve al pensamiento íntimo del autor. Es irresistible tentarse ante la idea de que estaba poniendo sobre el papel muchas de sus intenciones íntimas. Otros, como Hitler, Napoleón o Manuel Azaña, por nombrar algunos jefes de estado, hicieron lo mismo, aunque solo el caso del austríaco parece anticiparse, como en Mishima, a los acontecimientos. La comparación no es benevolente con el japonés, claro está, pero indica en parte cómo la megalomanía conduce al disparate, por mucha ideología que lo revista. 
    Biografía aparte, La novela es un alarde de composición elegante, que podría haberse visto envuelta en la confusión al incluir la leyenda medieval en su totalidad, pero que consigue establecer una preciosa conexión con el lector, al transportarlo a otros valores y al justificar, sí justificar, la muerte de seres humanos contrarios al mundo establecido por Iinuma. 
    La convicción de los jóvenes samuráis indica la voluntad, la determinación, la realización de la sangre por la sangre, como una religión superior, por encima incluso de la vida. La vida toma su sentido del sacrificio, lo cual retrotrae a mandatos de fe o consideraciones filosóficas que, hoy, consideramos equivocadas e incompatibles con la convivencia y la reflexión, la empatía y la democracia. 
    Sin embargo, Mishima ennoblece el carácter de los protagonistas, ensalzando su moralidad, su compromiso y fidelidad que, en mi opinión, es la misma que tiene un criminal con sus desnortadas ideas. Filosóficamente, está claro, la defensa de los ideales de la Liga, dejaría en mal lugar a Mishima, como un retrógrado y reaccionario pensador. Pero no es el análisis de su novela lo que nos debe llevar a esto porque, por otra parte, el lector advierte la observación que hace el nipón de la conducta de los protagonistas, dentro del orden de sus vidas, coherentemente con sus contextos y sus ideales, lo que pertenece a la realización convincente de una trama narrativa. 
    En todo caso, Mishima pretende mostrar la turbidez de una sociedad en plena crisis de conciencia y valores, donde el dinero o la posición, el mercantilismo y la imagen vacua, convierten la quintaesencia de la condición nacional en una baratija del pasado, en una antigualla. Así y todo, hay un equilibrio (como siempre pasa con los individuos controvertidos) entre el amor y el odio que el lector siente hacia el grupo de revolucionarios y sus familias, víctimas y, a la vez, verdugos, causantes del desamor y el desapego de los hijos a un modelo de sociedad admitido por los padres.
    Como suele pasar en Mishima, surgen las voces pausadas pero fuertes, elegantes y sedosas, aunque enfurecidas, valientes, de los sujetos que pululan por las páginas de esta extraordinaria novela, paradigma de lo que representó el ideal auténtico del autor que, como un personaje más, traspasa el contenido de la mascarada para mostrarnos parte de su credo personal. No obstante, no hay que dejarse embaucar por las ideas, para no contaminar la belleza del producto.
Un abrazo. 

miércoles, 21 de julio de 2021

BLACKSAD

 



Blacksad
Díaz Canales & Guarnido


    Ya tuve la ocasión de hablar de mi historia con los cómics y su relación con mi gusto literario. Huelga decir que adoro los clásicos, pero también estoy abierto, lógicamente, a todo tipo de aportación moderna. En este caso, gracias al préstamo de un amigo que tiene más conocimiento que yo, me ha llegado este volumen de cómic nacional que, al parecer, es muy conocido y premiado. Y no me extraña.
    La calidad de los dibujos va a la par con la ambientación de las historias, la originalidad de los personajes (mitad animales, mitad hombres) y lo bien elaborados que están sus guiones. Es cierto que abundan en los lugares comunes del género negro, con sus brumas, sus gabardinas, el sexo ocasional, el alcohol, la desgracia que acompaña a los personajes principales, el secundario gracioso, etc. En cierta manera, son herederos de una literatura que bebe del teatro del Siglo de Oro, la novela negra, la tragedia griega o las fábulas de Esopo, incluso. Pero esto es lo más normal cuando se trata de literatura de calidad: bebe de las fuentes madre más habituales. 
    Las historias de este volumen integral están enlazadas en el mismo mundo conocido, continúan la saga y engrandecen el aura del protagonista. El humor negro se desliza por entre los asesinatos, la sangre, las infidelidades, las tramas, lo que suele ser bastante recurrente. En mi opinión, los clichés del género le quedan muy bien al cómic y ennoblecen la historia, así como le da poso y profundidad: se trata de una madera envejecida artificialmente, pero que llena el ojo.
    No he tenido la oportunidad de saber si esta saga tiene continuación, o no, aunque me da la impresión de que su enorme cantidad de reconocimientos advierte de su prolongada presencia en los quioscos. Me encanta Blacksad, por su tenebrismo y su gracia, por su dinamismo y entretenimiento y por la enorme y sorprendente calidad de sus dibujos y paisajes urbanos, propios de una película de los años cincuenta. 
    De vez en cuando (y yo lo hago a menudo), la lectura de un buen cómic recupera las energías que, en ocasiones, la literatura absorbe. Es una manera de seguir entrenando la imaginación sin someterse a grandes ejercicios gimnásticos. Altamente recomendable y divertido.
Un abrazo. 

viernes, 9 de julio de 2021

NIEVE DE PRIMAVERA

 


Nieve de primavera
Yukio Mishima


    La primera entrega de la tetralogía El mar de la fertilidad resulta ser una obra de madurez de este gigante japonés. Desde que lo descubrí, no he parado de adentrarme en su mundo literario y esto me ha reportado no poco placer intelectual. Mishima es uno de los escritores más norteamericanos que he leído, en todos los aspectos. Como ya expliqué en alguna reseña anterior, esto es sumamente curioso, teniendo en cuenta que su ideal está muy alejado de eso, precisamente: la occidentalización de su Japón natal sería un peligro y un desafío que le costó la propia vida. 
    En esta obra, muy galdosiana en cuanto a las relaciones humanas, ligadas a la clase social y a las expectativas que esto genera, podemos seguir la historia de amor de dos personas que se quieren pero que están presas de las circunstancias culturales. La tragedia se atisba desde el principio. Sakoto será una sombra y Kiyoaki un fantasma. Este amor imposible enmarca hechos coyunturales de la transformación del país, que es lo que al autor le interesa realmente. Como si se tratara de un costumbrista, Mishima recoge en la retina del lector los paisajes bellísimos de Japón, los ademanes de los habitantes, las costumbres, las ropas, la sensación de placidez etérea frente al mar, los bosques, las flores, la nieve. Todo está bellamente miniado y labrado, engastes de una orfebrería de la palabra que, a través de la traducción de Domingo Manfredi, llegan a acariciar el oído y el alma.
    No exagero si digo que el arte de Mishima es más preciso que nunca en este libro y ha sido ralentizado, a posta, con el fin de conseguir retener el espacio y el tiempo que se deshacen en la historia moderna de Japón. Es, en cierta manera, la endecha de un samurai herido que canta sus últimas estrofas ante la contemplación de un mundo que queda atrás.
    El amor no está sexualizado aquí, como en La escuela de la carne, que ya reseñé anteriormente en este diario, sino que se muestra romántico, idealizado, esforzado y distante. Es un amor platónico, en cierta manera, aunque, evidentemente, y dados los trazos argumentales, el lector es consciente de que ha habido contacto carnal. Sin embargo, la visión romántica lo invade todo y Mishima se encarga de que los jardines, palacios, salones y hábitos, en general, ahonden en esa distancia calculada.
    Lo que el lector habitual de Mishima encuentra en esta introducción a la tetralogía es una mirada calmada, casi ausente, recelosa pero anhelante de los bienes sentimentales de una nación, un tiempo, una concepción vital. Como en toda despedida, los pasos se hacen plomizos, pesados, morosos, como adivinando el adiós que no habría de venir nunca. 
    Próximamente, iré reseñando el resto de las partes que prometen un engarce profundo en la cronología de las sagas familiares, a través del testimonio de Honda, el amigo de Kiyoaki.
Un abrazo.

MIENTRAS AGONIZO

  Mientras agonizo William Faulkner          Cada vez que encuentro una obra de Faulkner en cualquier tienda de segunda mano, mercadillo, o...