jueves, 15 de abril de 2021

EL HOMBRE SIN ATRIBUTOS

 



El hombre sin atributos
Robert Musil


    La lectura de esta monumental obra es la culpable del largo período de inactividad que he experimentado en este último mes. Ha merecido la pena, sin duda, aunque ha supuesto un esfuerzo considerable. Mi visión de este tipo de obras no ha variado un ápice desde que empecé a leer a autores alemanes, o del ámbito de influencia de la literatura germana. Me siguen pareciendo, algunos de ellos, maestros en el arte de la reflexión narrada, en ejercicios donde la actividad dinámica se intuye o sirve de apoyo a lo realmente importante: las ideas.
    Lejos de la vida real, el mundo de la burguesía o de las clases altas se ha movido, esencialmente, en la fruslería, en la descripción exhaustiva del objeto, en la banalidad. Ocurre en relatos nacionalistas rusos o, incluso, en Galdós y el siglo XIX, sobre todo. Pero también existe la oportunidad, como en Adiós Berlín, de Christopher Isherwood, de leer relatos en los que los personajes se regodean en lo estático, en lo permanente, como si sus vidas se hubiesen aislado de todo problema que no se conciba como un ente intelectual.
    La sociedad del imperio austro-húngaro, que fue disolviéndose como un azucarillo ante los hechos que evidenciaban la violencia, el desamparo de las sociedades y el enfrentamiento, es uno de esos ejemplos de ceguera moral y física de los pueblos, representados por sus clases acomodadas. También se puede interpretar como un estigma del bienestar: el alejamiento de lo prosaico y el acomodo en la belleza, la cultura o la ciencia, en la filosofía o el arte como modos de protección frente a la banalidad y la desolación que provoca el mundo. Don Quijote también se refugia en el idealismo caballeresco para huir de la maldita realidad, así que no parece una actitud muy lejana o muy extraña.
    Buena parte de los personajes que circulan por esta obra inacabada, aunque extensísima, de Robert Musil reflejan estereotipos muy elaborados, nada cotidianos, que inundan las páginas de reflexiones. No se trata de una demora como la que produce Proust, o Grass, sino una densidad inalcanzable de pensamientos íntimos y de discusiones acerca de la bondad o maldad de las ideas y del ser humano, en todo tipo de situaciones. Los seres que se aglutinan en torno a un proyecto nacional tienen la ambición de mantener los grandes valores de la patria, como una idea superior, pero también representan la decadencia de esa patria, su pronta desaparición. Incluso, si focalizamos en los hermanos protagonistas, podemos advertir trazas de los amores incestuosos que se adivinan en la poesía de George Trakl.
    El soldado Svejk es otro ejemplo, paródico en este caso, de lo que significa esta época y la nación austríaca, en todas sus dimensiones, vista desde otro punto de vista mucho menos espiritual, pero no esencialmente diferente.
    Al leer a Musil, desde Las tribulaciones del estudiante Törless en adelante, vemos cómo hemos avanzado hacia la madurez de un autor de largo recorrido. Musil se establece en el ensayo intelectual pero le da forma de narración, como si se sintiese más cómodo hablando por boca de sus personajes. Sin embargo, este ejercicio llegaría a ser una novela de carácter ensayístico, en mi opinión, porque la trama no deja de ser inexistente y, en cierto modo, testimonial. Es verdad que hay otras obras en las que esto ocurre y deja tan marcadas huellas de pensamiento individualizado, como en el propio Proust o Joyce, pero Musil no se centra en describir los escenarios y los enseres de la mente, tanto como en desarrollarlos, exponerlos y hacerlos funcionar. 
    Me parece una obra de extrema complejidad, para lectores avanzados. No es recomendable leerla si no se tiene una fuerte voluntad y sosiego. Pero el disfrute dialéctico que producen las disquisiciones del autor frente al lector, es mayúsculo. Porque se puede imaginar como una conversación con alguien extremadamente observador, como alguien presente en los vértices de la historia que, desde su atalaya privilegiada, recoge el sentir y el devenir de las cosas en este mundo pequeño que es Centroeuropa en los albores de las guerras mundiales. Una dimensión humana en un tiempo inhumano.
Un abrazo.


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