miércoles, 27 de mayo de 2020

Matando dinosaurios con tirachinas


MATANDO DINOSAURIOS CON TIRACHINAS de MAESTRE, PEDRO: Ediciones ...







Matando dinosaurios con tirachinas
PEDRO MAESTRE


     Inauguramos esta bonita sección, llamada "Cajón desastre", donde vamos a incluir obras que, en mi opinión, son como piedras en el camino. Yo ya he tropezado con ellas, así que te recomiendo evitarlas. Se trata de obras que, por una razón u otra, suponen un pequeño-gran despropósito, un intento fallido de literatura. Leerlas fue, para mí, una pérdida absoluta de tiempo y una decepción risible. Sin embargo, para aquellos que buscan ejemplos raros, exclusivos, la serie B de las letras, puede tener su encanto y, en este caso, no solo las recomiendo sino que, encarecidamente, las indico como rara avis.
     Me da mucho gusto comenzar con, nada menos, que un ganador del premio Nadal (para que veáis el nivel, ojito). Una novela, relato, cuento o ¡vaya usted a saber! que se inventó este filólogo joven, y con pintas de estudioso, y que alcanzó un éxito que, después, lógicamente, no se ha corroborado. Los experimentos, a veces, es mejor hacerlos con gaseosa. No es por nada, crean una sensación de extrañeza, de enajenación, que puede ser muy espectacular pero que, una vez que el gas se disipa, se quedan en aguachirri. En general, nunca he creído en los formalismos de por sí. Si vas a crear un texto que se centre en la forma, en la palabra, procura, entonces, que esta tenga suficiente valor para olvidar el contenido. De lo contrario, se queda en una acumulación vacía de maquillaje. Y no es que no llame la atención eso de eliminar toda puntuación de un texto tan largo, o de intentar re-crear la sintaxis del español como si pudiéramos re-inventar el lenguaje completo de un solo golpe de vista, pero la pretensión tiene que estar sustentada en la fundamentación. 
     No es el caso. Maestre ganó un importante premio español (cada vez más desprestigiado) por su originalidad, tal vez, pero convirtió el género novelístico en una comida sin sal, en una bebida laxante, en un camino sin cruces. El propio título, de un postmodernismo hasta gracioso, parecería hacer referencia a una época en la que el individuo ha superado los tics de esa modernidad, autoafirmándose en su madurez, que no es sino una pérdida del sentido común y de la lógica, tanto tiempo buscados. Da la impresión de que el autor quiere escandalizar al mundo, o al lector, convirtiéndole en partícipe de sus ensoñaciones creativas (lo cual no es malo, es más, tiene todo el sentido del mundo), aunque (me da la impresión), estas no son sino elucubraciones de un niño malo, que juega con la filología. 
     La palabra tiene un valor, un peso, pero cuando se construye sobre sí, sin olvidar que, al final, la piedra es piedra, y la arenisca, aunque tome mil formas, es desmembrable. Al fin y al cabo, para ser un formalista o un esteticista, hay que, primero, pasar por lo pecuniario, por el sustento diario, por la cotidianidad del escritor de esquina. Querer llegar al final de la escalera, olvidando peldaños, es un ejercicio de funambulista que, tarde o temprano, acabará en caída. Y las lesiones de espalda tardan mucho tiempo en curarse. Son muy jodidas.
Un abrazo.



domingo, 10 de mayo de 2020

Kindle sorpresa

La Lectura De Libros Con Un Libro Electrónico Fotos, Retratos ...



KINDLE SORPRESA


     Nos empeñamos en ser modernos. Nos gusta ser modernos y demostrarlo. Ya no basta con leer lo último de lo último, lo que todo el mundo conoce, para tener algo que decir sobre ello, sino que, también hay que tener gadgets de todo tipo. Sé que hay quienes alardean de poseer bibliotecas en su tablet que multiplican por cien a la mía, que es física y ocupa una habitación entera. Por supuesto, por cálculo estadístico nada más, tengo la certeza de que jamás ese tipo leerá esa cantidad de libros.
     Es curioso que, a pesar de todo ello, la mayor parte de los lectores de libro electrónico, o de formato .pdf, afirman que prefieren el libro de papel de toda la vida. Claro está que si viajas en metro todos los días u ocupas parte de tu tiempo en desplazamientos, el Kindle es un invento fabuloso. Yo tengo uno y tiene varias ventajas: almacenas libros en un solo dispositivo, si tienes uno sencillo, como el mío, no emite luz, por lo que no dañas tu vista y lees igual que en un libro cualquiera y, lo que es más importante, desde el sillón de tu casa puedes ir de compras rápidamente, y descargarte tu nueva adquisición en segundos.
     Sin embargo, desde el punto de vista de las sensaciones, se pierden muchísimas otras cosas con respecto al viejo libro, que ofrece olores, grafismos, tactos...
     Es un debate de besugos lo de si se prefiere el libro físico al libro electrónico, puesto que las letras son, en sí mismas, objetos abstractos que la mente relaciona con ideas, y lo único que necesitamos es un estímulo que despierte las mismas, pero sí me veo obligado a decir un par de cosas al respecto.
     Desde el punto de vista de la belleza del objeto, no hay color. Un libro físico, sobre todo si es de segunda mano, tiene una vida que un libro electrónico no puede poseer, porque es un mecanismo digital que permite acceder a contenidos, y punto. Existe el arte digital, como existe la cocina deconstruida, pero a todo el mundo le gusta el huevo frito y las patatas. Comprensible. Esto implica que, alrededor del libro físico, se aglutinan los recuerdos, los detalles, las firmas de los amigos, las fechas, el coleccionismo, la belleza bibliográfica de lo raro, etc., cuestiones todas que dan valor al objeto mismo, además de a su contenido, por supuesto.
     Desde el punto de vista tecnológico, no puedo concebir un mejor invento que el libro. Como dice Carl Sagan, por el precio de un perrito caliente puedes tener la historia de Roma en el bolsillo. Es un producto, por lo tanto, asequible (siempre existe una versión barata, generalista o de segunda mano, que está al alcance de todo el mundo), manejable y respetable. Y esto lo digo porque el libro tiene una posición social, a nadie disgusta verlo, posee la aceptación de quien te mira y hasta mejora la consideración de quien lo porta. Por otra parte, el papel sobre el que se construye, desde hace muchos años, proviene de plantaciones de árboles al uso, que se han ido utilizando para no dañar el medio ambiente y hacerlo sostenible. Y, lo que es más importante, es un objeto que no consume electricidad, que no necesita batería y que se puede utilizar en cualquier lugar y a cualquier hora, siempre que existe un mínimo de luminosidad alrededor.
     Por todas estas razones, el libro físico es mi preferido aunque, como todo el mundo intuye, el saber sí que ocupa lugar. Habrá que aprovecharse de las opciones y usar la más adecuada a la personalidad de cada uno, y disfrutar...que es lo importante.

Un abrazo.

lunes, 4 de mayo de 2020

EL EXTRANJERO


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EL EXTRANJERO
Albert Camus


     ¿Cuál es el lugar del hombre en el mundo actual? El papel del ciudadano de las antiguas civilizaciones fue desplazado por el de consumidor, con la llegada del capitalismo. De ahí hemos pasado a ser engranajes de una gran maquinaria que no se detiene y que, a su vez, nos consume a nosotros: es la distopía de Matrix, del Big Brother de Aldus Huxley que invade nuestros televisores, o de la socialización de las redes de comunicación, que nos embrutece y nos convierte en una sociedad miedosa, enajenada, que atenta contra la razón sin tapujos, que se exacerba e insulta, que olvida el significado de pensar, que no sabe lo que es la reflexión.

     Este panorama tan negativo es el sustento de buena parte de nuestra novelística del siglo XX, visión que parece haber desaparecido en el siglo actual, marcando el empobrecimiento de buena parte de nuestra consideración intelectual, que ya no es tan inteligentemente ácida como lo fue en décadas anteriores. Porque, en buena parte de nuestros particulares mundos, nos quejamos por estupideces que demuestran lo aburguesados que estamos y porque, además, opinamos con la ligereza y el soporte de alguna imbecilidad que hemos leído, y que no nos hemos replanteado, ya que lo importante es retuitear sin fin.

     Este hombre adocenado, inculto y peligroso es, también, un ser aparentemente integrado, un ciudadano que cumple con los estilos de vida marcados, que no despierta la atención, que calla y que sigue al rebaño. Un buen día, reacciona, sin pensarlo, y sobrepasa límites que parecían bien definidos. Este es el personaje que dibuja Albert Camus en esta novela. A barlovento de ensayos como El mito de Sísifo donde se plantea el suicidio como un acto humano y completamente explicable, aborda los límites entre la vida y la muerte, como los límites de la indefinición vital. ¿De qué sirve vivir o morir cuando la conciencia ha desaparecido, cuando la reflexión ha muerto, cuando todo es instante, presencia, ser, tocar, pasar, sin nada que deje huella? La vida pasa, como pasa el tiempo, y la inconexión es total, en cierto modo porque el hombre permanece incomunicado en su mundo.

     Grandes temas, grandes cuestiones y debates, pero una novela corta y fácil de leer. Sorprende por la naturalidad de aquello que sale de lo común. El hombre niega al hombre y lo hace en su propio entorno, siendo él mismo (o una parte de él), olvidando cuál era el camino que inició, en su día, y que se ha difuminado. Los recursos de la mente que se han congelado en el sujeto, y la acción, que no tiene más repercusión que un resultado evaluable. La fisicidad del acto, lo orgánico y la herramienta. 

     Te quedarás frío al leerla, como su protagonista, no sentirás nada o no lo sentirás todo. Al fin, Camus te muestra lo que el hombre, una vez desarmado de su construcción social, de su conciencia del ser, de su humanidad, es: alguien desnudo y pulido, brillante e inerte como una superficie de mármol.

Un abrazo.

MIENTRAS AGONIZO

  Mientras agonizo William Faulkner          Cada vez que encuentro una obra de Faulkner en cualquier tienda de segunda mano, mercadillo, o...