sábado, 4 de abril de 2020

¿Quién soy?

Somos lo que leemos...

...del mismo modo que somos lo que comemos, somos nuestro perfil de búsquedas en Internet, la ropa que llevamos, etc. No descubro nada: seguramente, no queremos darnos cuenta de ello, pero llega un momento en que acabamos haciendo lo mismo que la muchedumbre. Nos dejamos arrastrar por la costumbre, por la opinión de la vecina, de la amiga que alardea de estar "enganchada" (uno de los verbos prohibidos de los que en otro artículo hablaremos) a una novela, de aquel que solo habla de lo que lee para contarte lo culto que es, sin esperar a que tú opines también, y así poder intercambiar pareceres y aprender. No descubro nada, no.

Dime una cosa, ¿jamás te has preguntado a qué esfera del mundo de los lectores perteneces? Claro, ¡para qué! Si me pican esas ganas de coger un libro nuevo, si estoy estupendo/a y trato de hacer algo inteligente, ¿también me voy a preocupar de hacer un croquis para leer algo? ¡Estupideces! Me voy al Carrefour, que tienen unas estanterías preciosas, o a la librería esa de varias plantas (tan mona) y me acerco a las portadas que llevan etiquetas de premios, o nombres conocidos, o fotos atractivas:
'Sí, este gordo, que me tendrá ocupada unas cuantas semanas', 'qué buena pinta tiene ¿no? Seguro que engancha [sic]'

Lo que yo digo. No tienes tiempo, no quieres preocupaciones, solo quieres leer algo. Entonces, entiendo que vas al supermercado y coges lo que tiene colorines, los botes más chulos, lo que parece que va a llenar más, y lo cocinas sin mucho amor porque, total, lo único que hay que hacer es comer algo ¿no? ¿A QUE NO?

Me estoy riendo en estos momentos. Ya sé que este es un pensamiento más propio de los profesionales de la literatura pero, piénsalo, tú también eres una profesional de la literatura, ¿o acaso no vas a dar vida a un texto que un desconocido ha escrito para ti? 

Esa magnífica y universal comunicación que solo se da en el arte y que, lo mires como lo mires, te hace partícipe y, sin duda, protagonista (lee algo de Paul Ricoeur o algún tratado de semiótica de Umberto Eco, sí el novelista, y verás qué cantidad de tratados hay escritos sobre el papel del lector en la crítica moderna y los estudios de literatura avanzada -te recomiendo a Emilio Lledó, una delicia-), también te exige hacer bien tu trabajo. 

Sí, sí, TU TRABAJO, porque ¿no vas a dejar al pobre autor con la miel en los labios? ¿O te creías que todo consistía en pagar el precio del libro y dedicarle un poquito de tu valioso tiempo. Los autores, por supuesto, agradecemos enormemente el papel de los lectores pero, ¿qué pasa con el mensaje en la botella, con el S.O.S. lanzado al océano del mundo? ¿Vas a permitir que una idea, que horas de lucha frente a la página en blanco se pierdan por una veleidad occidental? 

Y aquí es cuando quiero hablar de lo que somos, tú y yo. Somos individuos en una cultura de la prisa, de la evanescencia, del usar y tirar, en la que nada permanece. Pero la lectura es una alcancía donde depositamos palabras, sensaciones, experiencias y memoria. Es una de las pocas formas de las que disponemos para parar el tiempo (si Proust me oyera me recomendaría leer a Henry Bergson, y este, tal vez, recomendaría a Antonio Machado). Por lo tanto, si somos capaces de identificarnos más allá del ritmo trepidante de nuestra oxidación diaria, de nuestro discontinuo vagar por el mundo, que es como una hoguera que arde en una combustión imparable, a lo mejor podemos hacer de nosotros un ser vivo. Con un poquito de atención, se puede.

Porque, yo no sé tú, pero yo quiero sentirme vivo y eso implica hacer lo que hay que hacer, y hacerlo con gusto, con placer, con entrega, con inteligencia, con pasión y con elegancia.

Por eso, independientemente del tipo de lector que seamos, todo camino está por andar, porque lo importante es el camino. No hay más objetivo que tú mismo.

¿Quiénes somos? Pensemos un instante.

- El lector "tragón":

Es el individuo pagado de sí mismo, que lee para olvidar que no tiene nada que decir, que devora porque siente la necesidad de sentir que hace algo por sí mismo, pero no tiene el método para hacerlo, que solo le importa el devenir de las cosas, no el instante vivido en ellas. 
Para el lector tragón cualquier libro es bueno porque LEER ES BUENO, aunque sea un opúsculo del vecino del quinto sobre la producción de habichuelas en el siglo de las Luces.
Este individuo tiene la disposición, el motivo, el arrojo, pero es un alma en bruto. Habrá que hacer algo por él, porque todo río desbocado acaba haciendo daño y provocando inundaciones.

***

- El lector "inapetente":

Este lector/a no lo es, esencialmente. Prefiere hacer cualquier cosa menos sentarse a mirar un papel. No le encuentra utilidad a la lectura porque, como muchos seres occidentalizados, ha perdido la etimología de utilidad en alguno de esos diccionarios que tuvo en la infancia, en casa de sus padres (y que no recuerda si tiró a la basura o conserva cogiendo polvo en alguna estantería). Porque no sabría dónde está la diferencia entre aquella y utilitarismo. De hecho, sus opiniones, su forma de vestir y hasta su forma de andar o ponerse el reloj en la muñeca derecha, responden a ese concepto: o vale para ahora o no vale. ¿Valer o no valer? Esa es la cuestión.
Este lector, que no coge un libro si no es para impresionar a una chica/o o ambos, para conseguir un título, para rellenar un trámite administrativo o para obtener un beneficio inmediato, es inteligente, es práctico y uno de los más capacitados para aprender a seleccionar lecturas, pero le falta motivación y perspectiva.
Habrá que dejarlo entrar en la cocina y ponerle un tomate en las manos, obligarle a picar algunos ajos y encontrar divertido que luego huelan y que el jersey parezca haberse cocido con las lentejas, para que le vaya cogiendo gusto.

***

- El lector "voluntarioso":

Este tipo de lector/a quiere aprender, visita blogs como este, páginas de recomendaciones, repite constantemente las citas de los grandes gurús de la literatura (como yo, modestia aparte) y se lee todo aquello que lleve cinco estrellas y no trascienda demasiado su automenospreciada inteligencia. 
Es una lectora, sin duda, sacrificada, de disciplina académica, perfecta alumna, ideal para todo profesor. Sin embargo, no es nuestra ideal tampoco. ¿Por qué? Porque le falta sentido crítico. Tiene que mandar al profesor al carajo, de vez en cuando, posicionarse y decir qué va a leer y por qué, sin mirar la crítica de los periódicos o de "Página 2". Tiene lo que tiene que tener y ha leído mucho, ¿a qué viene esa falta de seguridad? Tú puedes, chiquilla, tú puedes. 
En la próxima reunión del club de lectura te quiero ver participar activamente, y negar lo que el ponente te diga. ¡Con dos ovarios!

***

- El lector "silencioso":

Este lector me gusta mucho, tal vez porque no quiere llamar la atención, no tiene un propósito concreto, pero disfruta con lo que hace. No se pregunta el porqué, no se deja llevar por las opiniones, pero no las desdeña, aprende constantemente y se lanza a lo que cree que puede hacer, y a lo que no, también. Sin embargo, este lector es egoísta porque no comparte lo que sabe, porque no siente nada dialogando sobre sus lecturas, porque se lo queda todo para él. 
No lo hace con mala intención, pero lo hace, y su incomunicación es una pena para los demás, que nos perdemos su porción de sabiduría.
Una cervecita puede ser una buena excusa para hacerlo hablar. Emborrachadlo, si podéis, y grabad lo que diga, podrá ser usado en contra de su modestia.

***

- El lector "inteligente":

No necesariamente es el mejor pero, al menos, no come huevos fritos con patatas día sí día también. Es avezado, sabe seleccionar los platos, los adereza convenientemente y utiliza el aparato crítico como apoyatura para su base de datos particular. Es un robot que va incrementando su capacidad de procesamiento. Además, conversa sobre ello con naturalidad e incorpora, cada vez, más ítems a su lexicón, términos que usa con profusión en cuanto tiene oportunidad (en su contexto, claro, para no parecer un pedante sabelotodo). Tiene una atractiva conversación y disfruta socializando sus experiencias personales, incluyendo sus lecturas.
En el mejor de los casos, colecciona libros, pero libros que lee, no objetos de decoración. Todo el mundo quisiera ser como él y él, sin embargo, no se siente nadie especial, solo se ha dado cuenta de que aprovecha su tiempo mejor que nadie. 
Pasa con casi todo en la vida: aquello que admiramos nos parece inalcanzable solo porque no nos hemos puesto a ello (en el fondo es cobardía, pero no lo critico porque a mí también me pasa con la comida vegetariana...en fin).


CONCLUSIÓN:

Si eres de los que te encantan las sombras de Grey, los pilares de Ken Follet (tiene obras destacables, a pesar de esto), las novelas de Gómez-Jurado o cualquier cosa que haya ganado El Planeta, NO TE PREOCUPES, hasta el sarampión se cura.
Como para esto no hay una pastilla, tendrás que currártelo, pero puedes hacer como con la dieta: Empezar el lunes. Al fin y al cabo, para esto de leer hay que desterrar las prisas.

Saludos.

1 comentario:

  1. Super interesante este artículo....¡todo el mundo debería leerlo! nos hace reflexionar acerca de cómo comportarnos ante el consumo de lectura, el consumo de libros (que no es lo mismo que el de la lectura, claro) y el consumo en general. Yo creo que tengo un poco de lectora voluntariosa y lectora silenciosa. Mi objetivo es ser una lectora más inteligente...pero como bien dices, lo importante es el camino, en ello estoy, haciendo el camino. Gracias José Fco.

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